Una muerte sin nombre (Doctora Kay Scarpetta 6) by Patricia Cornwell

Una muerte sin nombre (Doctora Kay Scarpetta 6) by Patricia Cornwell

autor:Patricia Cornwell
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788490693278
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2015-12-29T00:00:00+00:00


Oí sonar el zumbador de la entrada de ambulancias mientras me preguntaba qué más habría tocado o se habría llevado. Salí y pulsé un botón de la pared al tiempo que pensaba en mi despacho del piso de arriba. El portalón se abrió con un chirrido. Al otro lado estaba Marino, de uniforme, con dos patrulleros y un detective. Todos entraron apresuradamente en la sala de autopsias con las fundas de las pistolas desabrochadas. Fui tras ellos y dejé el revólver en el mostrador, convencida de no necesitarlo ya.

—¿Qué demonios sucede? —Marino contempló con expresión de desconcierto el cuerpo que yacía dentro de la bolsa abierta. Los otros agentes avanzaron, miraron en derredor y no parecieron ver nada anormal. Después me miraron a mí y se fijaron en el revólver que acababa de soltar.

—Doctora Scarpetta, ¿cuál es el problema? —preguntó el detective, a quien no conocía.

Expliqué lo de la funeraria y el traslado del cuerpo y me escucharon con cara absolutamente inexpresiva.

—Y el cuerpo ingresó con lo que parece una nota en el bolsillo. ¿Qué investigador de la policía permitiría tal cosa? Por cierto, ¿qué departamento de policía se encarga de esto? Aquí no consta ninguno —continué. Después agregué que el muerto venía con la cabeza cubierta por una bolsa de basura atada al cuello con un cordón de zapato.

—¿Qué dice la nota? —preguntó el detective, que llevaba un abrigo oscuro con cinturón, botas vaqueras y un Rolex de oro, sin duda falso.

—No la he tocado. Me pareció mejor esperar a que llegaran ustedes.

—Será mejor que echemos un vistazo —dijo el hombre.

Con las manos enguantadas, saqué el sobre del bolsillo de la chaqueta del pijama, tocando el papel lo menos posible. Me sobresaltó ver mi nombre y mi dirección particular pulcramente escritos con tinta de estilográfica. El sobre también llevaba sello. Lo trasladé al mostrador, lo abrí con cuidado empleando un escalpelo y desdoblé una única hoja de aquel papel de carta que ya me resultaba escalofriantemente familiar. La nota decía:

¡JO! ¡JO! ¡JO!

CAIN

—¿Quién es CAIN? —preguntó un agente mientras yo desataba el cordón y quitaba la bolsa de plástico que envolvía la cabeza del cadáver.

—¡Oh, mierda! —dijo el detective retrocediendo un paso.

—¡Dios santo…! —exclamó Marino.

Al comisario Santa Claus le habían disparado un tiro entre los ojos. En la oreja izquierda tenía encajado un casquillo de nueve milímetros; a juzgar por la huella del percutor, el arma utilizada era una Glock. Me senté y miré a mi alrededor. Nadie parecía saber qué hacer. Nunca había sucedido nada comparable. La gente no cometía un homicidio y luego enviaba el cadáver al depósito.

—El guardia de seguridad del turno de noche está arriba —indiqué haciendo un esfuerzo por recobrar el aliento.

—¿Estaba él aquí cuando entregaron esto? —Marino encendió un cigarrillo mirando sin cesar de un lado a otro.

—Eso parece.

—Voy a hablar con él.

Era lógico que Marino estuviera al mando, pues nos hallábamos en su zona. Se volvió a sus agentes y añadió:

—Ustedes registren esta planta y la entrada de ambulancias. A ver qué encuentran. Informen por radio sin despertar la atención de los periodistas.



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